Desde la devastadora erupción volcánica que azotó La Palma en 2021, muchas familias han vivido en condiciones durísimas, confinadas en contenedores provisionales que, con el tiempo, se volvieron permanentes. Durante años, esas estructuras metálicas fueron todo lo que tenían. Hogar, refugio, prisión.
Hoy, la esperanza comienza a abrirse paso. El Gobierno de La Palma ha anunciado la entrega de 53 nuevas viviendas para las familias que seguían en contenedores. Es un gesto necesario, justo, y que llega, quizás, demasiado tarde. Pero también es una muestra de que, con presión social, solidaridad y voluntad política, se pueden lograr cambios reales.
La reciente visita de los Reyes de España a la isla no solo trajo atención mediática; trajo compromiso. Su presencia puso nuevamente a La Palma en el mapa nacional, y parece haber sido un catalizador para acelerar decisiones que llevaban demasiado tiempo esperando.
No estamos hablando solo de casas. Estamos hablando de la dignidad de 53 familias. Estamos hablando del derecho a rehacer sus vidas con seguridad, intimidad y estabilidad. Después de todo lo vivido, nadie debería conformarse con un contenedor.
Este avance debe ser solo el comienzo. Porque La Palma sigue necesitando inversión, apoyo emocional y, sobre todo, memoria. Que no se olvide lo que ocurrió, ni lo que aún falta por hacer.