La Asociación para la Conservación de la Biodiversidad Canaria (ACBC) aboga por que se implante la ecotasa en el archipiélago, siempre y cuando se destine únicamente a la conservación y a la restauración del medioambiente.
Teniendo en cuenta los cálculos más conservadores, se estima que la recaudación por año de la ecotasa oscilaría entre los 120 y 150 millones de euros, cuando el último presupuesto de la Consejería de Transición Ecológica, Lucha contra el Cambio Climático y Planificación Territorial ascendió a 261 millones.
“Es de toda evidencia que los dineros recaudados por ese concepto ayudarían a regular y controlar el pernicioso impacto que el excesivo número de visitantes provoca sobre no pocos de nuestros mermados o esquilmados ecosistemas”, indican fuentes de la ACBC.
Desde la asociación se insiste en que la ecotasa también ayudaría a mantener saludables nuestros ecosistemas, “únicos a escala planetaria y por los cuales Canarias resulta tan atractiva como destino turístico”.
La ecotasa se ha impuesto con bastante éxito en distintos lugares del planeta. En contra de lo que afirman sus detractores, en particular las patronales del sector turístico, “su repercusión sobre la llegada de turistas es prácticamente nula”.
Exorbitante masa turística
Canarias ha vuelto a alcanzar cifras récord de visitantes en lo que llevamos de 2023. Al acabar este año, habrán visitado el Archipiélago en torno a 14 millones de turistas, una cifra próxima a la de 2018, el año anterior a la pandemia.
En resumen, el negocio turístico en Canarias es exitoso, no solo por la cantidad de estancías sino también por los ingresos habidos, de los más altos en los últimos años.
Sin embargo, en opinión de la ACBC, “todos somos conscientes de que no todo son bondades. Esa masa de turistas es a todas luces exorbitante, por cuanto impone a nuestras islas un excesivo consumo de recursos ambientales (agua, suelo, costas, biodiversidad…), que ha sobrepasado todos los límites de sostenibilidad ”.
Esta presión es “demasiada” para un territorio frágil y escaso que, por otra parte, ya soporta la presión de sus más de 2.200.000 habitantes. Por ello, además de la ecotasa, se debe plantear el debate sobre la necesidad de establecer limitaciones al número de turistas que llegan a Canarias.
La ecotasa es uno de los tributos principales de la fiscalidad ecológica. Cada vez son más los territorios que, estragados por la presión del turismo masivo, se dotan de este recurso fiscal. Es un impuesto directo, ya que el turista paga una tasa módica diaria por pernoctación.
Se puede disponer con ello de medios económicos alternativos y adicionales destinados a aminorar el severo impacto ambiental que provoca la estancia de tantos visitantes.
Pero la naturaleza de este tributo exige que se preserve su carácter netamente finalista; la recaudación debe destinarse solo y nada más que a la conservación y a la restauración del medioambiente.
En cuanto a la implantación de la ecotasa en otros territorios, se ha podido constatar, por mencionar un caso que nos es cercano que, en las Islas Baleares, donde el conocido oficialmente como “Impuesto de Turismo Sostenible” se aplica casi sin interrupción desde hace dos décadas, no se ha apreciado merma alguna en el número de turistas. Antes bien, todo lo contrario.
En cambio, la consejera de Turismo y Empleo del Gobierno de Canarias, Jéssica de León, se ha manifestado contraria en estos días a que se aplique la ecotasa en Canarias porque, según ella, no es necesaria (sin aclarar los motivos).
Según la ACBC, la consejera “se enrola en el barco de la patronal del sector, que una y otra vez se ha ensañado contra el `tributo verde´ esparciendo la especie de que sería un gravamen inasumible: ahuyentaría, afirman, a los turistas”.
Sin embargo, como bien demuestra la favorable experiencia de aquellos lugares donde ya se aplica, el visitante no deja de acudir a un destino porque tenga que pagar un suplemento que, en realidad, solo le supone un coste mínimo, casi inapreciable.
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