Han pasado cincuenta años del franquismo, y para mí este aniversario no es solo un ejercicio de memoria histórica: es un acto de justicia con todas las personas que murieron, que fueron perseguidas o que nunca pudieron ver reconocida su dignidad. No puedo pensar en aquel período sin recordar que detrás de cada dato, detrás de cada página de un libro, había vidas reales, familias rotas y silencios impuestos.
Para mí, hablar del franquismo no es hablar de una época lejana. Es hablar de un país que todavía arrastra heridas abiertas. Miles de personas fueron fusiladas, encarceladas o desaparecidas simplemente por pensar diferente, por defender la democracia o por encontrarse del lado equivocado según el régimen. Muchas de esas víctimas siguen en fosas comunes, esperando que alguien les devuelva un nombre y un lugar.
Creo que un país no puede avanzar si no reconoce la verdad de su pasado. Durante años, muchos callaron por miedo, por prudencia o porque las circunstancias políticas no permitían contar lo que de verdad había ocurrido. Pero hoy, cincuenta años después, me parece imprescindible decirlo alto y claro: la represión franquista costó demasiadas vidas y dejó un dolor que todavía se siente en muchas familias españolas.
Al recordar esos años, no busco reabrir viejas heridas, sino cerrarlas por fin con justicia. No se trata de dividir, sino de recordar con respeto y de asumir que la democracia que hoy tenemos se construyó sobre el sufrimiento de quienes fueron silenciados. Honrar su memoria no debería ser motivo de polémica, sino un compromiso moral.
Por eso, cincuenta años después, yo elijo recordar.
Elijo recordar a quienes fueron asesinados.
A quienes fueron encarcelados.
A quienes vivieron con miedo.
A quienes nunca regresaron.
A quienes aún no han sido encontrados.
Porque un país que olvida a sus víctimas también se olvida de quién quiere ser. Y yo, como ciudadano, como persona, creo que es nuestra responsabilidad mantener viva esa memoria para que nunca vuelva a repetirse un período que costó tantas vidas y tantas libertades.
Fuente: Antonio
