Este 18 de mayo, las calles de Canarias no fueron un decorado turístico. No fueron un anuncio de sol y playa. Fueron lo que tantas veces intentan silenciar: la voz viva de un pueblo que está harto de ser invisible.
Miles de personas salieron a manifestarse en todas las islas. No por moda, no por postureo, sino porque hay una herida abierta que no deja de sangrar. Una rabia contenida que estalla cuando el alquiler te echa de tu barrio, cuando ves tu costa convertida en un resort, cuando los sueldos no te dan ni para quedarte en tu tierra.
Canarias grita, y grita con fundamento: basta de convertir estas islas en un parque temático al servicio de cadenas hoteleras, fondos de inversión y políticos que llevan décadas jugando a ser intermediarios entre el poder y la miseria.
Desde Liberación Canaria apoyamos estas movilizaciones porque no son un fin, sino un comienzo. Un despertar colectivo. Un “hasta aquí” que se escucha en la voz de cada persona que marchó con una pancarta, con una mirada, con una historia detrás.
Porque el modelo ha fracasado, porque la turistificación no reparte, expulsa, porque el coste de la vida asfixia, porque el territorio no se defiende con discursos bonitos, sino con leyes propias, porque sin soberanía real no hay justicia social.
Y no se trata solo de gritar más fuerte. Se trata de construir otra cosa. Y para eso hace falta un proyecto político que no tenga miedo de decir la verdad. Que no dependa de Madrid para saber qué necesita El Hierro, Lanzarote o La Palma. Que no tenga las manos atadas por normativas pensadas para otra realidad.
Canarias necesita un cambio. Y no lo va a traer quien ha sido cómplice del expolio, lo va a traer la gente que estaba este 18M en la calle.
Nosotros estuvimos ahí, porque es nuestro deber como canarios tocar el bucio con fuerza para jalar de las orejas a los políticos. Y lo que vimos fue claridad, coraje y una ola que nadie va a parar.
Nos toca cuidarla y nos toca empujar, porque si no lo hacemos nosotros, nadie lo va a hacer por nosotros.