En Canarias, el poder no se gana con elocuentes discursos, viene dado por la abstención de la gente. Los datos de la última encuesta de Ágora Integral lo dicen claro: Coalición Canaria (CC) y el Partido Popular (PP) alcanzarían la mayoría absoluta, no porque la mayoría los respalde con fuerza, sino porque la mayoría se queda en casa.
Más del 50% del pueblo canario no vota, en barrios como La Isleta, la abstención roza el 60%. Es la mayoría absoluta del silencio, el silencio de los que renuncian a ejercer su derecho, y que al mismo tiempo son los que más tienen que perder con las políticas de siempre.
Mientras el PSOE volvería a ser el partido más votado, sus 23 diputados no le servirían absolutamente de nada. No tiene con quién pactar porque la alternativa progresista está rota. Los nacionalismos de izquierda se diluyen, los nuevos partidos no terminan de cuajar, y todo lo que promete cambio real se dispersa entre siglas que compiten más entre ellas que contra el sistema.
Aunque lo más revelador de este sondeo es el colapso de Nueva Canarias: de cinco escaños a uno. Claro que no extraña a nadie, Nueva Canarias prometía ser un nacionalismo social y transformador, pero acabó siendo un espacio más pendiente de sus propios despachos que de los barrios que decía representar. Sus crisis estilo juegos de tronos y luchas de egos, han sido la puntilla para una gestión que no ha demostrado nada a la ciudadanía.
Está claro que no basta con tener buenas intenciones o un discurso progresista. Si no hay coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, si se prioriza la supervivencia del aparato antes que la transformación social, la gente se va y con razón.
Mientras tanto, Vox sigue creciendo. ¿Y sabes por qué crecen? Porque cuando hay descontento, inseguridad, miedos, etc., la gente está hasta las narices y se aprovecha quien grita más fuerte, aunque traiga un mensaje vacío, de odio y división. Y sí, me da coraje por ese odio que emanan cada vez que hablan, solo para aprovechar de la abstención y del hartazgo como buenos aprovechados que son.
La auténtica cara de nuestra crisis es que nos gobierna la resignación. Hemos normalizado la basura en nuestras playas, los alquileres imposibles, que más del 33% de los canarios vivan bajo el umbral de la pobreza, etc. Así los jóvenes solo tienen oportunidades fuera y se marchan, los que pueden claro. Mientras la política canaria siga girando en círculos y pactando con los de siempre, solo obtendremos más continuismo del barato.
Aun así, soy optimista, quizás demasiado, pero Canarias no está condenada a elegir entre siglas que no la defienden o programas electorales falsos. Aunque para romper este bucle hace falta una opción real, valiente y con los pies en esta tierra. Una opción que hable de soberanía sin pedir permiso, que construya futuro en lugar de más despachos, que no se conforme con gestionar ruinas.
Por eso milito en un partido nuevo como Liberación Canaria. No somos perfectos ni nada parecido, pero tenemos un proyecto que piensa en Canarias y que incomoda. Un proyecto de soberanía real, que defienda al canario frente a la turistificación agresiva y gentrificación, que nos de herramientas como el estatus PTU (País y Territorio de Ultramar) que nos daría más autonomía fiscal y competencial. Eso sí, tenemos la obligación de demostrar que podemos ser diferentes, que la política puede ser un instrumento de transformación real, no solo de mantener sillones cada cuatro años.
Lo que yo me pregunto no es si CC-PP gobernarán con mayoría absoluta, lo que verdaderamente me pregunto es si conseguiremos que la gente vuelva a creer que la política puede cambiar las cosas, porque si no espabilamos, ellos ganarán otra vez… pero los canarios seguiremos perdiendo.
Porque de aquí nadie me saca, de aquí yo no me muevo.
Daniel Falero
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