La expresión “altura de miras” es una de las pocas en las que el adjetivo “altus, -a, -um” retiene en español una de sus acepciones originales del latín: lejano. Tener altura de miras es ser capaz de ver lejos, o estratégicamente, como dicen en política, quienes verdaderamente entienden de ella. También podemos observar esa misma acepción en la expresión “alta mar”, que no quiere decir que el mar se ponga en vertical. Ambas me valen para introducir el asunto de este artículo: el canarismo necesita líderes con altura de miras.
Quienes lean estas líneas comprenderán que no conviene dar por hecho que esto es algo evidente. Los recientes acontecimientos en las filas del canarismo autonomista –no por esperados, menos frenéticos– representan, entre otras cosas, una interpelación directa hacia quienes hoy ocupan los puestos de mando del mismo: los que pasan claramente a la primera fila pero también los que deben abandonarla si es verdad que están por el interés general y no por el particular.
El movimiento centrípeto que desembocará en algún tipo de frente amplio canarista en las próximas elecciones generales es imparable. Quienes llevamos observando este proceso y abogando por el mismo desde hace años –en mi caso concreto desde 2019, con la amarga experiencia de noviembre de ese mismo año a cuestas– tenemos razones para sostener que el canarismo avanza hacia niveles mayores de cooperación y hasta de integración. El sistema de partidos rara vez es completamente estable pero siempre, tras los movimientos convulsos que se puedan dar, busca la estabilidad. Es hacia ese punto hacia el que avanzamos rápidamente.
Creo que la altura de miras no abunda en el canarismo. Tampoco en el españolismo pero hoy no voy a escribir acerca de eso. Sin embargo, todo el mundo parece reclamarla. Como el propio Teodoro Sosa escribía en un artículo publicado el pasado 13 de abril, “con una transversalidad que supere sectarismos ideológicos;”. El presidente del Gobierno de Canarias y líder de Coalición Canaria, Fernando Clavijo, afirmaba con motivo del VIII congreso de su formación que “cuando decimos ‘Canarias unida’, hablamos de unir voluntades, de superar diferencias y de entender que por encima de cualquier matiz, de cualquier estrategia, está nuestra tierra y está nuestra gente”. Luis Campos, portavoz de Nueva Canarias (NC) en nuestro Parlamento, en esa misma cita sostenía que NC “comparte posiciones, ‘casi hasta un 90%’, en la defensa de los intereses de Canarias en Madrid ante el Gobierno central.”.
Cuando se dice que alguien tiene “altura de miras”, de alguna manera también se está diciendo que esa persona sabe ver más allá del “narcisismo de la diferencia” que acuñara Freud, de los deslices y contratiempos inevitables en toda acción humana. En cierto modo, comprende que cualquier creación es imperfecta y que, en sociedades complejas como las nuestras, es la heterogeneidad la norma y no la homogeneidad.
Quienes desde las filas del canarismo, se entretienen en practicar el fuego amigo no hacen sino demostrar su tremenda debilidad y, algo no menos importante, su miedo: miedo a que en un escenario de amplia transversalidad, queden descolgados. El ombliguismo siempre tiene algo de ridículo y necesita de la mentira y la impostación para tratar de quedar bien. Es entonces cuando aparece alguien que dice que “por el bien de la unidad, yo soy capaz de quitarme de aquí o allá”, como si no se supiera ya que no se cuenta con esa persona, que ya el tiempo, la vida, el electorado… lo han quitado.
Estas pequeñas miserias no conducen a ningún lado. Es hora de que las personas que conducen en este momento el canarismo, con Fernando Clavijo a la cabeza, pero también Teodoro Sosa, tengan esa altura de miras, sean generosas y hasta magnánimas, que estén a la altura de la Canarias en la que viven también sus descendientes y piensen en la Canarias dentro de treinta años; en los enormes problemas que nos aquejan y en la imprescindible soberanía que, paso a paso, tendremos que conquistar para poder afrontarlos. Sin ambigüedades, deben volver a tender la mano a Nueva Canarias, a quienes la dirijan en la nueva etapa, a sus militantes, a esa valiosísima corriente organizada de personas que tienen una Canarias mejor como proyecto político irrenunciable. Eso sería un ejercicio inapelable de altura de miras o mirada amplia, que viene a ser lo mismo o algo muy parecido.