Otro 12 de octubre. Para algunos, “¡día libre!”; para otros, “¡Viva España!”. Pero… ¿ser canaria me hace menos española? ¿O era al revés? Tras 29 años, puedo confirmarlo: se puede ser ambas cosas, y no pasa nada. Podemos amar la playa de Las Canteras y emocionarnos cuando suena el himno nacional.
Disfrutar de un plato de papas arrugadas con un Rioja o un Ribera también es posible.
A veces parece que hay quien quiere convencernos de que la identidad es un concurso: o llevas la bandera, o llevas la toalla. Como si vestir la camiseta de la UD Las Palmas te impidiera cantar el “¡Que viva España!” en las fiestas del pueblo. Como si sentir orgullo por nuestras islas implicara renegar del país al que pertenecemos. Es un error que ya hemos visto en otros lugares: Cataluña o el País Vasco, donde el nacionalismo radical ha convertido la identidad en una trinchera.
Desde este rincón atlántico, deberíamos aprender de eso. Nuestra identidad no necesita enemigos para ser auténtica. Los canarios hemos sido siempre un pueblo abierto, mezcla de culturas, puente entre continentes. Hemos exportado música, alegría y talento; y nuestro idioma es la cercanía: esa forma de decir “mi niño” aunque te lleves 40 años con la otra persona,
o de ofrecer un café con leche y gofio al visitante.
Este 12 de octubre, celebremos sin complejos. No es una fecha para imponer, sino para recordar lo que compartimos como país: con sus luces y sombras, con distintos acentos y con 48 millones de formas de entender la vida. Podemos sentir orgullo al ondear la bandera española y, al mismo tiempo, bailar una isa, comer queso tierno con miel de palma y ver cómo
cae la tarde en Agaete. No hay contradicción entre el alma isleña y el corazón español.
A los jóvenes nos toca defender esto con naturalidad. Sin complejos, sin banderas que separen, sin discursos viejos disfrazados de modernidad. Ser patriota no es una moda pasada; es querer que tu país —y tu tierra— vayan a mejor.
Ser canario es mirar al Teide y saber de dónde vienes; ser español es mirar más allá del mar y sentir que también formamos parte de algo más grande.
Y cuando alguien te diga que ser canario y sentirse español es incompatible, recuérdale que aquí amanece antes que en ningún otro lugar de España. Y eso no nos hace distintos: nos hace innovadores, vanguardistas, únicos.