El Dreamland Gran Canaria de baloncesto lleva muchos años participando en competiciones europeas. Su presencia y sus triunfos han sido notables y se ha ganado a pulso el respeto y la consideración de las organizaciones y aficiones del continente. Este año llegó, a base de pundonor y esfuerzo, a la final de la Eurocup y le tocó enfrentarse al Hapoel de Tel Aviv en un primer partido en Bulgaria y, en un segundo, en el Gran Canaria Arena.
La final venía precedida por episodios violentos protagonizados por la afición israelí en distintos lugares de Europa y España, como el País Vasco o Valencia, lo que hizo que saltaran todas las alarmas. Estos antecedentes de violencia, unido al cuestionamiento de la presencia de equipos de Israel en las competiciones europeas de baloncesto como la Eurocup, la Euroliga y la Basketball Champions League, obligaron a la policía a declarar el partido como de alto riesgo. A pesar de las presiones sufridas por parte del Gobierno de Israel, se limitó la venta de entradas y se puso en marcha un dispositivo para anular las entradas adquiridas por aficionados del Hapoel en una reventa fraudulenta.
Las organizaciones grancanarias defensoras de la causa palestina organizaron distintos actos para visibilizar su rechazo a la celebración del partido y, al mismo tiempo, denunciar el genocidio de Israel en Gaza. También antes del encuentro un grupo minoritario intentó utilizar esta situación para dañar directamente al presidente del Cabildo de Gran Canaria y a Nueva Canarias. Pero esto es lo de menos. Planteaban, además, la retirada inmediata del Dreamland Gran Canaria de la competición y añadían que extendían este “boicot” al festival de Eurovisión exigiéndole a la organización que expulsara a Israel del certamen.
Se pedía al Dreamland Gran Canaria que renunciara a jugar la final de la Eurocup y a Eurovisión que expulsara a Israel del festival. Una exigencia para el deporte y otra para la música. Si el equipo grancanario hubiese renunciado a jugar la final las consecuencias habrían sido dramáticas para el club. Habría tenido que pagar una multa superior al medio millón de euros y, además, renunciar a los recursos económicos obtenidos por pasar a la final. Igualmente se le habría impedido participar en competiciones europeas durante, al menos, tres años. Se le daría directamente la victoria al Hapoel y se pondría al club grancanario al borde de una crisis de continuidad. Le daríamos a Israel el placer de destruir un club europeo señero. Se condenaría a un equipo europeo al ostracismo para que los equipos israelíes siguieran campando a sus anchas por Europa.
La retirada de la competición europea habría supuesto un quebranto económico para el club inasumible que podría haber cuestionado su propia existencia y continuidad. Y durante los días previos al partido escuchamos hablar – en sectores minoritarios, es verdad,- de falta de compromiso por parte del Cabildo de Gran Canaria con la causa palestina. Insisto en que no era el pensamiento mayoritario de las organizaciones que trabajan cada día para denunciar el exterminio de Israel en Gaza ahora y también la ocupación de los territorios palestinos durante décadas.
Si poco puedo entender los ataques personales, menos aún los que se hicieron contra el Cabildo de Gran Canaria, dirigido por un gobierno progresista sólido que ha construido en los últimos 10 años un horizonte comprometido y solidario. No ha habido un acto en solidaridad con Palestina organizado por las asociaciones de apoyo al pueblo palestino que no haya contado con el apoyo del Cabildo. Hemos alzado la voz apoyando al pueblo palestino desde la llegada al gobierno de la isla y siempre que hemos gobernado. Celebramos cada año el Día de la Tierra Palestina y la Jornada de Solidaridad con la Causa Palestina. Estamos dónde las organizaciones y los descendientes de palestinas y palestinos que llegaron hasta aquí hace varías décadas y se asentaron entre nosotros, nos piden que estemos. Esta postura no solo ha reflejado un compromiso con los Derechos Humanos, sino también la convicción de que las administraciones locales podemos y debemos tomar partido ante las injusticias globales. Un gobierno progresista debe condenar la violencia y denunciar especialmente la asimetría de poder, la ocupación ilegal que sufre Palestina y el genocidio que está perpetrando Israel.
El Cabildo ha mostrado su rechazo a la ocupación y violencia contra Palestina en múltiples ocasiones. En 2023 tras el último gran estallido de violencia en Gaza, la institución aprobó una declaración institucional condenando los ataques israelíes y exigiendo el fin del bloqueo. Hemos iluminado el Cabildo con los colores de la bandera palestina. Nos hemos sumado a las campañas internacionales que piden sancionar a Israel por violaciones sistemáticas del derecho internacional. Hemos destinado partidas presupuestarias para ayuda humanitaria a través de organizaciones no gubernamentales que trabajan en Palestina y que han facilitado el envío de medicinas y alimentos. Hemos promovido ciclos de cine y debates en colaboración con asociaciones canario-palestinas, visibilizando la realidad de la ocupación, del genocidio y del derecho de retorno de los refugiados a un territorio palestino en paz.
El gobierno de la isla también ha asignado recursos económicos directamente a la UNRWA por más de 1,5 millones de euros en lo que va de década. Y se está preparando una nueva aportación. Esta agencia de Naciones Unidas -Roque Nublo a la Solidaridad Internacional- siempre ha encontrado el apoyo de la institución. Sin titubeos. Y por ello la ultraderecha nos ha acusado de apoyar a terroristas.
Yo sí creo que esta debe ser una oportunidad – esto es lo realmente importante- para aunar fuerzas y exigir que en las competiciones deportivas europeas se excluya a los equipos israelíes en tanto en cuanto no se frene el genocidio e Israel se atenga a la legalidad internacional y al respeto de los Derechos Humanos. Es lo mismo que se viene pidiendo con el Festival de Eurovisión. Y no por la incomprensible asimetría con el caso ruso – a Rusia se la ha excluido de las competiciones europeas por la invasión a Ucrania- sino también por la exhibición de orgullo supremacista que hacen todo el tiempo. Lo hacen en los territorios ocupados contra los palestinos, lo hacen en su país contra los cristianos y lo hacen con las aficiones europeas cuando vienen a Europa a competir.
Hay que actuar con contundencia, sin titubeos. Como ha hecho el Gobierno de España el pasado jueves, 24 de abril, renunciando a comprar armamento a Israel. Es incomprensible que los israelíes sean los únicos equipos de otro continente que participan en las competiciones de Europa, que utilicen su participación como una glorificación de un estado que perpetra un genocidio salvaje sobre una población indefensa y que sus aficionados se paseen por nuestro continente generando violencia, rechazos y desencuentros en el seno de la propia sociedad europea.
Hago pública esta reflexión y muestro el apoyo del Cabildo de Gran Canaria a la unidad de acción y a solicitar a la Eurocup y al resto de competiciones europeas deportivas impedir la participación de equipos de Israel en competiciones de nuestro continente. Ese debe ser el gran objetivo. Que se vayan ellos y no los clubes europeos. Su presencia es un escaparate de crispación y una suerte de blanqueo de prácticas que están segando la vida de miles de personas inocentes de forma cruel. Repitiendo la historia que su propio pueblo sufrió.