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El año de la marmota

Articulo de Opinión de Lidia Caseres Godoy

by Aridani

Bill Murray protagonizaba en 1993 la película ‘El día de la marmota’, en la que un reportero encargado de la información meteorológica revive inexplicablemente el mismo día una y otra vez. No hay analogía más gráfica con la que resumir mi balance de este año en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, donde se repiten y agravan, eso sí, los problemas por falta de solución en una rueda de hámster interminable en la que por mucho que se corra nunca se avanza, para desgracia de todas las personas que vivimos y queremos esta ciudad.

De hecho, ya es habitual la celebración de plenos extraordinarios convocados al límite, como el de la agenda urbana, o los de pago de facturas atrasadas. Con más de un centenar de contratos en nulidad, de los que casi concluida la legislatura no se ha renovado ninguno, el tripartito va dando patadas adelante a facturas que paga al golpito, algunas con denuncias ya interpuestas por las empresas, cuando la situación sale en prensa y mientras asfixia a sus proveedores, algunos con músculo para aguantar sus retrasos peor otros, como pymes y autónomos, se ven asfixiados en ocasiones hasta la ruina. Mientras se atesoran poco menos de 300 millones en los bancos y se pagan con frecuencia intereses de demora por la mala gestión, restando dinero que podría emplearse en mejorar los servicios o crear nuevas infraestructuras. Y cuando se toman medidas de alivio para las empresas como la rebaja del IBI portuario, es tan leve que no resuelve nada más allá de algunos titulares en prensa.

Y falta que le hace. La ciudad cada vez está más sucia y más gris, lugares emblemáticos como el Museo Néstor siguen durmiendo el sueño de los justos y el cierre al baño del Confital supera ya los cinco años. Hasta La Puntilla ha sufrido episodios. Y es que la política medioambiental es un auténtico despropósito, con el vertedero, el biodigestor de Tenoya o los vertidos en el emisario del Teatro Pérez Galdós como ejemplos. Y sin un plan de sostenibilidad al que agarrarnos porque la Agencia Local Gestora de la Energía (Alge) se va a cerrar sin que haya sido capaz de diseñar uno.

Mientras se precisan mayores ayudas para el comercio, la emprendiduría y las pymes en general, el tripartito deja de presentarse a muchas convocatorias de fondos europeos mientras que arguye que ya tiene proyectos en marcha como un mural o una campaña puntual.

El gobierno autoproclamado como de las personas ha conseguido, eso sí, crispar a los vecinos con planes presentados e incumplidos y una total ineficiencia para gestionar un ocio en el que todos los implicados puedan convivir, incluso planificando nuevas zonas alejadas de los núcleos más poblados que pudieran servir de ejes para que Las Palmas de Gran Canaria vuelva a recuperar sin fricciones su lugar como ciudad viva y dinámica, con ocio nocturno de calidad que suponga un atractivo más ante un turismo al que ahora colabora a traer la inseguridad sanitaria, bélica y económica peor para el que hay que prever atractivos extras que consoliden las visitas. Y las múltiples propuestas para avanzar en materia de conciliación familiar y laboral se han rechazado.

Tampoco la transparencia o la participación son santos de su devoción, como muestra el uso torticero que hace de los presupuestos participativos, que al final sirven para cubrir proyectos que deben constituir el día a día de las concejalías; del Consejo Social, al que no se le da la información precisa para que pueda realizar aportaciones con fundamento y a los propios grupos de la oposición, a los que se nos aprueban mociones que luego nunca se ejecutan.

El único gran proyecto es la MetroGuagua y, tras años de ejecución no está claro aún la totalidad del trazado, cuánto tardará hasta en culminarse ni el dinero que costará a la ciudad. ¿Y conectará bien todos los barrios? Pues tampoco se ha analizado aún cómo enlazar esta ruta, que básicamente es la de la 12 de toda la vida, con el resto de la ciudad ni se han estudiado el resto de problemas de movilidad existentes. Por no estudiarse, no se ha planteado ni cómo se va a implantar la gratuidad de las guaguas a la entrada del año para que pueda ponerse en marcha de forma ágil y efectiva. Y ahora además con el problema del retraso en el tramo de Eduardo Benot que hará que se solape con el Carnaval mientras que propios y extraños temen el efecto ratonera que provocará en la ya de por sí colapsada zona del istmo.

La cultura es un área que está funcionando muy bien, hay que reconocerlo, aunque mantiene puntos negros importantes como la opacidad de la Sociedad de Promoción y el impuntualísimo pago a proveedores. Al final es un cajón sin fondo en el que incluso se ha metido 1,6 millones más en Carnaval y otras acciones sin explicar absolutamente nada.

Todos ellos, en definitiva, son síntomas del principal problema de este Ayuntamiento, que es la falta de gestión, de trabajo diario y organización para idear y ejecutar proyectos sólidos y de calidad sin verse arrastrados de urgencia en urgencia por imprevisión.

Ya lo dije el pasado septiembre y no ha cambiado nada desde entonces. La accesibilidad, la movilidad vertical y vial, la desaparición de zonas verdes y la limpieza, entre otros, son importantes retos de cara a este último tramo de la legislatura. Más importante todavía: el proyecto de ciudad al que aspiramos. Esperemos que sea posible definirlo mínimamente y sacar proyectos adelante con los fondos europeos. No se puede perder esta oportunidad. Hasta el último día hay tiempo y siempre podrán contar con nuestra colaboración para establecer acciones y desarrollar unos presupuestos para 2023 que ya debieron haberse aprobado y que esperemos que salgan en breve. La ciudad lo merece.

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