En plena celebración navideña, una familia canaria vivió una verdadera pesadilla al regresar a su hogar. Lo que debía ser una noche de alegría se transformó en angustia al encontrar su casa destrozada y a su perra, Cloe, en un estado de pánico extremo. Todo, provocado por los petardos que se lanzan indiscriminadamente.
Según Ana Fernández, dueña de Cloe, la mascota se lastimó intentando escapar del ruido ensordecedor de los fuegos artificiales. “Se arrancó una uña intentando salir de casa. Cuando llegamos, estaba asustada y ausente”, relató, visiblemente afectada.
Fernández no solo denuncia el daño físico y emocional que estos actos provocaron en su mascota, sino también la falta de acción de las autoridades. “Llamé a la policía y solo me dijeron que ‘es Navidad’. ¿Cómo es posible que algo prohibido se venda y no se multe?”, cuestiona.
Lo más irónico, según Ana, es que en otras situaciones cotidianas, como no recoger las heces de un perro, las multas son inmediatas, pero frente a actos que ponen en peligro la vida de los animales, parece no haber consecuencias.
Esta experiencia ha reabierto el debate sobre el impacto de los fuegos artificiales en los animales, muchos de los cuales sufren ataques de pánico e incluso fallecen a causa del estrés. A través de redes sociales, Fernández ha hecho un llamado a la reflexión: “¿Vale la pena el sufrimiento de los animales para que unos pocos disfruten de luces y explosiones?”.
Por fortuna, Cloe se recupera lentamente, pero su caso ha servido para visibilizar una problemática que afecta a miles de mascotas cada Navidad. ¿Es hora de replantearnos nuestras tradiciones?